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“To stop the flow of music would be like the stopping of time itself, incredible and inconceivable.”

"Detener el flujo de la música sería como detener el tiempo mismo, increíble e inconcebible".

Aaron Copland

Fragmentos de una imagen extraviada 

                             (a Mike Porcel por sus "Echoes") 

Cual girasoles preñados se abre ante mí una obertura  de ásperos campos, huérfanos ya de la dulzura  que los hinchaba. Mechones de yerba hirsuta con los que Sebald hubiera hilvanado los anillos de Saturno.  Es la morada de los dioses agrestes, donde la intemperie muerde con dientes verdes que se encajan en la piel,  como la humedad a los reptiles, a los, roedores, a las aves. 

En ese contraste de verde y sombra, una campesina  resume su jornada, su piel absorbe el rocío y los designios  pálidos del día, fruncen en sus manos, minúsculos laberintos, surcados por el trazo de la vida. Campesina cuyo cuerpo es estremecido por repentismo y el danzón en progresiones  clásicas. La cosecha de la canción, y del tabaco a través de la azucarada sangre del son, aunque en otros tiempos  fueron los provenzales, no las Moiras, quienes movieron la rueca.

Campesina en surcos de bronce, diurna sombra, es la cadencia  de un movimiento "beethoveniano", cantantes surcos de auroras, devaneos en campiñas que el sudor fulgura. Los campos, armados de mangles y marabú, númenes de yerbajos, te abrazan, campesina. Las palmas, observo, se estiran, túmidas, hacia  un invisible beso, la gelatinosa materia asimila los acordes próximos, acaricia los mechones musicales en un asentimiento.  

A veces pienso en mi partida: el tren lechero lechero como una lombriz  metálica, las vegas, y las borrosas casitas a lo lejos, envueltas en humo, no era el fluido de los astros que las bañaba, sino el jadeo del tiempo  moribundo, mi alma suspendida sobre los raíles. Tras las cortinas del crepúsculo, sonaban los cencerros de la noche. Atravesamos después el monte hasta llegar a la costa, sentía como si perdiera la cubanidad, pero los campos no creen en la cubanidad; son naturales. Se nutren de cada metamorfosis, cada gota de sudor, cada fuga. Ya en la costa nos esperaba una maldición homérica.  

El tiempo que a hurtadillas mueve las manecillas del reloj  hace años que cerró la puerta de la casa. El patio de tierra donde solíamos jugar nos es más que un basural de sucias auroras, insepultas, miradas a través de la boca de la distancia.  De la boca saltan flotantes arquitecturas en las frondas de la música que se abre como un compás en la fusión  de una tonada redonda, magníficamente proferida para los avatares de la música, esas frondas abren la ópera  luminosa, y el chorro discursivo en una progresión de cuerdas ocupa el espacio triunfante.  

El cantor humedece sus notas en la acuosidad del ojo de la campesina, los cabellos sobre las cuerdas de la guitarra, ensanchan la obertura en vórtices de acordes, transgreden los límites de las formas, el ojo tiembla con las pencas de un viento apenas perceptible, salta  sobre las vacas, anunciando la escala del reencuentro, un reencuentro  cuyo eco había sido expectorado en el anfiteatro de Pompeya. 
Ese trozo de tierra calva bajo los pie de la campesina, se agrieta para que nazca una nueva flor, danza de géneros que se entrelazan  unos con otros, la música y la poesía son regalo de los dioses.  

Sabemos que el mañana es un matorral incierto, tierra sembrada  de fetos y promesas que a veces mueren antes de nacer. Somos profetas en otras tierras que nos acogen, aunque sin perder la memoria del sol que lame los campos, o tiñe los adoquines  de La Habana. Estas palabras sin eco que con la música  exponen sus nutridas vivencias, sus hinchados silencios, esos silencios ahogados en el lago donde el barquero transporta los cuerpos blandos; sápidas de condimentos griegos. Cepas de Proteo, sus rebaños y transfiguraciones. 

El convite: la roca sinfónica y el son debaten la obertura, engordan el adagio de su insistencia, recrean un edén de aves yertas. Se desprenden del vuelo y lo van recuperando en cada ejecución  de las cuerdas. El aleteo del gavilán caguarero y del guabairo, aunque son los picotazos del camao sobre la güira que marcan el compás, el zunzún danzónico y el difunto guacamayo, sus plumas ardientes como el pelo de Vivaldi, instrumento plumífero que pulsado, encrespaba otro apartado yerbazal, donde las cuerdas de "insemejante" tez fijan su atención. 

 Sentimos la lejanía como un imán que nos conjura en surcos extintos, escarbado ya de sus jornadas, en los que esparcimos el follaje de la ceniza sobre conchas de suspiros. Los surcos de la palabra  en los que la poesía y la natura comulgan para darle forma a las ideas, a los sentimientos. Comulgan en torcido lenguaje  las mismas manos que se estancaron en los surcos.  

Hubiéramos querido tener el carapacho de piedra como los lagartos lamidos por el sol, pero la sensibilidad es frágil, resonancia del espíritu, nuestro testimonio, la vida acumulada en el ombligo. Abre la boca la obertura semejando al colibrí que al cantar se llena de aire hasta el tuétano, el espacio comprendido en sollozantes fuegos. Así como el poema no es una osamenta de palabras, la música, por su parte, no es un saco  de tonadas, es algo más, algo que ya dije antes, un regalo de los dioses; ambrosía; algo que aprendí de los antiguos.  

Unos pasos más entre los yerbajos ensalivados por la tierra al atardecer, invocan ráfagas de tonadas de amigados movimientos, ráfagas progresivas para una opera criolla. Campesina que se entrelaza con las notas del cantor: "a fantasy on the cuban tap dancing", exquisita esa forma del arte que ensancha un apretado compás, al mismo tiempo la intervención de lo clásico y la criollez del gallo reclaman su terreno, melancólicos preludios que circundan el lago del corazón, ese chirriar de puertas de la materia.  

    Ábrete el pecho si puedes para que penetre la música, así podrás alcanzar el sueño, es la vida una piedra de esmeril, de tus brazos cuelgan cáscaras de mosquitos, sinfonía que exuda la cosecha del tabaco y la toronja, de tus brazos cuelgan el ingenio y la inocencia; la obertura. La música intenta reencontrar la música; su  "ars poética", los géneros ya no respiran solos, se telarañan entre sí, en resumen, es un océano de universal alquimia, donde las corrientes juguetean con las balsas, y en las pencas del viento se adjetivizan las enjutas costas de nuestra tierra.

Jesus A. Diaz

Mike Porcel, justicia para la excelencia y la virtud

Por Rubén Aguiar, músico y compositor

 

22 de octubre de 2021 - 11:10 

Y esa, la justicia histórica para él, es la mejor mía-personal venganza contra esos mismos y todos aquellos-estos otros que se atragantan del tanto cavernícola ruido que invade hoy la modernidad.

Que la historia le dé el lugar que no le dieron sus contemporáneos. Esa es la justicia mayor para la excelencia y la virtud que, a tono con la condena y castigo del malvado y la indiferencia de tanto homo masa, parece haberse tomado por su mano y nunca se ha permitido abandonar el gran artista cubano Mike Porcel.

Y esa, la justicia histórica para él, es la mejor mía-personal venganza contra esos mismos y todos aquellos-estos otros que se atragantan del tanto cavernícola ruido que invade hoy la modernidad y el alma y oído de sus modernos. Esos del reguetón y la guapería, de la malatrova, los cuatro acordes y la rima fácil, los del ambiguo oportunista comportamiento y el hipócrita discurso, pretendido arte.

Y también contra los de la ignorancia forjada en el nulo esfuerzo por intentar, al menos, comprender la estricta dimensión de un arte como la canción, los matices que la configuran y la lógica que marca su división en géneros, esa característica que convierte en incomparables una canción popular con una lírica, una para encender el carnaval con una para iluminar un alma espiritualmente exigente, una tumultuosamente prescindible con una íntima, eterna, definitivamente divina. 

El arte está más allá de los gustos y las utilidades. Muy al norte de lo opinable. Listo. Y ahora a lo que vale, lo noble. 

Mi primer gustazo con Déjà vu, el más reciente disco de Mike Porcel, fue comprármelo. Antes de que Mike se diera cuenta, pues siempre tiene un disco destinado para mí. Luego, segundo gustazo, su dulce reprimenda por mi compra, una cariñosa versión desesperada del regaño que, me confesó, le propinó su adorable Millie por “no estar al tanto”. Pero es que, hasta donde recuerdo, Déjà vu es el primer disco que compro en mi vida. Y, por personal coherencia histórica, tenía que ser de-para Mike Porcel. 

Y entonces, con los días, el premio: la escucha. La cata más bien. Porque me lo he bebido una y otra vez. Hasta llegar a considerar que ya voy entendiendo al maestro: cueste lo que cueste hay que salvar la música. 

Caída en la belleza. Admiración mayor al embellecedor. También rabias y tristezas. Amieladas y leves, por supuesto, pero ahí han estado en cada audición como un reproche a medías cariñoso ante el cada vez más frecuente alejamiento de mi fe en las bellas cosas. Y, definitivamente, sorpresa y agradecimiento. Emoción. Retorno a mí mismo. Vuelta a las juveniles expectativas respecto al arte. 

Música ¡Música! Pero no cualquier música: Canción. Y no cualquier canción. Canción Arte. Esa que no tiene género. Canción sin encierro, fuera de todo caracol, destinada al alma y al cerebro, repartida en riguroso equilibrio entre emoción y razón. Disfrute espiritual y físico. 

Trabajo y amor, Mike en Déjà vu es, él solo, un equipo completo de creadores y ejecutores entre músicos y técnicos. Creó las canciones, creó los arreglos y las orquestaciones, dibujó y pintó los territorios sobre los que asentar su voz diciendo sus poemas y melodías, sus soportes armónicos, su entrada en ese bosque desconocido que es la música real compleja necesaria. Y tocó los Instrumentos a tocar y programó, con meticulosidad y paciencia de orfebre hacedor de damasquinado de Toledo, cuerdas, orquesta, percusiones, silencios, intenciones. Luego grabó la música y el verso desde su garganta. Para entrar a continuación en el digital universo de la tecnología que todo o casi todo lo puede y que reina para bien y mal de los hombres. Escrupulosa ingeniería necesaria para borrar cualquier rastro de todo aquello que no fuera la divina poesía sonora que necesitaba transmitir. Amor y trabajo. Mucho de ambos. 

Hubo también, como complemento y acabado, la mano maestra de Ricardo Eddy Martínez en las mezclas y de Bruce Weeden en la masterización. El diseño gráfico es obra de Roberto Carril Bustamante. 

¿El resultado? Esta sensación de felicidad y salud que tan poco dinero-esfuerzo me ha costado. 

Insisto en el regalo: felicidad y salud. 

El otro valor fundamental que preciso para celebrar la vida lo pone, en el disco, justo su arte: libertad. Como en toda su obra, sus discos y sus decires, en Déjà vu Mike es el artista más libre que conozco. 

“Me niego a ser rebaño 

porque el andar en fila 

y esperar de rodillas me hace daño.” 

Mike Porcel sigue demostrando que es posible madurar sin envejecer. O transitar la adultez sin abandonar la acometividad de la adolescencia. Esa exquisita estricta exuberancia en su música y su poesía no es más que mucha juventud, mucha vida, es la explosión de una artística adolescencia inmutable, eterna, la misma que desde hace medio siglo nos mantiene temblorosos y rejuvenecidos también a sus admirados adoradores. 

Cada vez que me inquieta cierta sensación de no estar siendo absolutamente objetivo en mi percepción de Mike Porcel y su música, doy al play y me pongo a escuchar. Invariablemente el resultado es una pregunta con un sentido provocadoramente diferente: ¿qué es ser absolutamente objetivo? Todo lo bueno y mejor que se puede decir de Déjà vu está en el disco. Estos apuntes son pura emoción y, desde ellos, la necesidad de compartir. 

Y la esperanza de motivar a quienes no abandonan su propia fe en las bellas cosas. 

Y sí, así como fumao’ me deja el disco. 

mikeporcel.com/cds 

Por Rubén Aguiar, músico y compositor

Mike Porcel: "Hoy se trata de evitar todo lo que sea reflexivo" 

09 de octubre de 2021 - 10:10  - Por WILMA HERNÁNDEZ 

El cantautor conversa sobre su nuevo disco, "Déjà Vu", un material con el que recuerda sus vivencias, entre ellas el calvario que vivió en Cuba tras un intento fallido de emigrar. 

Su nueva entrega, Déjà Vu, habla precisamente de esa sensación de recordar vivencias pasadas que propone la frase en francés con la que tituló su cuarto álbum de estudio. “Cuando ocurre la experiencia déjà vu es como si un recuerdo se despertara, como encontrar a una persona que ya hemos visto, un revivir de experiencias o de sensaciones. Es esa experiencia intuitiva que nos ha sucedido a muchos, cuyo nombre viene del francés y quiere decir ya visto”, expuso Mike Porcel, durante una entrevista con DIARIO LAS AMÉRICAS. 

“Cuando empecé a grabar la voz de las canciones, empecé a pensar cómo le iba a llamar a este proyecto. Y tuve hasta cuatro títulos posibles, pero Déjà Vu fue el que más me cautivó, porque todas esas canciones me traen una experiencia déjà vu de muchas sensaciones y experiencias vividas anteriormente”, agregó. 

La historia detrás de Déjà Vu 

Se trata de un disco que contiene 16 temas inéditos de su autoría, excepto Oración de San Francisco, que le trae tristes recuerdos de la época cuando tocar el órgano en una iglesia en La Habana era la única opción de ganarse la vida tras haber sido vetado en la isla por intentar emigrar en el éxodo del Mariel, en el 1980. 

“Musicalicé ese poema de San Francisco y recuerdo que lo canté mucho en las misas. Y por eso la puse en el disco como una especie de homenaje y agradecimiento a esos sacerdotes y hermanos franciscanos que me dieron trabajo”, dijo Mike Porcel. 

“Yo intenté irme por el Mariel y no me dejaron. Ahí empezó el calvario. Desde que los oficiales de inmigración vinieron a buscarme a la casa para ponerle un sello a la puerta, como que ya nadie vivía ahí, ellos informaron inmediatamente a todas las autoridades de la cultura. Y cuando yo estaba en un centro donde se reunían todos los que se iban antes de que los llevaran a Mariel , ahí me llamaron alrededor de las 2 de la madrugada y me dijeron: ‘no te puedes ir, vete para tu casa, y no te vas a ir nunca’. Eso fue en mayo de 1980. Y me fui en enero de 1989”, recordó 

De esa etapa difícil que vivió alejado de su familia y de los reflectores, después de haber cofundado y dirigido la banda de rock progresivo Síntesis, surgió el tema Si te vuelvo a encontrar. 

“Es un tema nostálgico, de cuando estuve retenido en Cuba, no me dejaban viajar; mi esposa y mi hijo salieron antes. Y era imposible evitar el peso de la nostalgia. Así salió ese tema, porque en ese momento no había seguridad ninguna de si podría salir o me iba a quedar allí toda la vida. En unos meses perdí el trabajo artístico. No solo eso, también perdí las posibilidades de ir a la radio, la televisión, era una figura totalmente proscrita. Fueron años de espera, sin tener la seguridad. No me decían por qué ni cuándo. Esa incertidumbre es una de las cosas más difíciles”, contó Mike Porcel. 

Una magistral entrega 

Porcel tardó casi un año para dar forma a Déjà Vu, un álbum que considera supera los tres anteriores, porque además de la exquisitez en la producción, muestra su madurez como artista. 

“Siento que hay mucha más madurez y una capacidad de selección mucho más exquisita que cuando estaba en Síntesis. En la juventud hay mucha más pasión que razonamiento, ahora digamos que la pasión y el razonamiento están mucho más equilibrados”, expresó sobre su evolución musical. 

“Me gusta pensar y repensar las orquestaciones, le busco la conexión dramática entre lo que está diciendo el texto, la música y lo que va a aportar la orquesta. Así que me tomo mi tiempo, como un año, para ir buscando exactamente lo que quiero con cada instrumento. Creo que de todos los proyectos que he hecho, el que mejor ha quedado ha sido este”, dijo el autor de temas como Ay del amor o Esa mujer, que incluyó en su primer material discográfico, Intactvs. 

Déjà Vu es especial porque nació a partir de canciones que, de cierta manera, le recuerdan su historia. 

“En el cuarto proyecto, ya me decidí a sacar a la luz la mayoría de los temas que me encantan o que me gustaban pero que no había tenido oportunidad de grabar ni había cantado en concierto por distintas circunstancias. Es como un revivir, un renacer, un rehacer, porque el tiempo te va dando una madurez y un conocimiento de cómo manejar la orquesta y la producción del disco. Y en este disco se cumple esto”, agregó al explicar lo que significa este nuevo álbum que llega como un bálsamo a quien lo escucha. 

Pero también es un trabajo musical que desafía los tiempos actuales en los que imperan las letras vacías. 

“Es un disco un poco triste, porque tiene una tendencia a la reflexión, que hoy se trata de evitar a toda costa; todo lo que sea reflexivo se trata de evitar y se va más hacia lo superficial, lo banal. Como casi todos mis trabajos, pero especialmente este, creo que, parodiando la frase famosa del poeta español Juan Ramón Jiménez, es un disco para la inmensa minoría”, señaló. 

“Ojalá fuera para todo el mundo. Yo creo en la sensibilidad del ser humano. Y pienso que la gente está saturada, en el peor sentido de la palabra, de lo peor de la música. Y eso es lo que se divulga. Es una especie de veneno que va caminando como una enfermedad y llega un momento que la gente no vibra, no es capaz de sentarse a escuchar una música que dure más de dos minutos, porque no pueden, no tiene sentido para ellos. Es triste, para un artista es dificilísimo, pero yo lo que sí no puedo hacer es traicionarme a mí mismo”, añadió. 

En Déjà Vu, Porcel también evoca a un clásico de la literatura con la canción Vencidos y vencedores. 

“Suelo hablar de mis propias vivencias, no siempre son canciones de amor. El disco termina en Vencidos y vencedores, que es un poco una alegoría a Sancho Panza y Don Quijote, incluso utilizando lo más cercano a las mismas frases de Cervantes. Y esa no es una canción de amor; surge a partir de una reflexión mía sobre esa frase que dice: ‘pues los vencidos de hoy serán vencedores mañana’”, explicó. 

Una frase que le podría remontar a los años amargos que tuvo que enfrentar en su país natal. Pero prefiere quedarse con lo mejor que le ha tocado vivir a raíz de esa experiencia. 

“Creo que queriendo destruirme, ellos me hicieron más fuerte porque lejos de deprimirme, empezar a beber y buscar escapismo, empecé a buscarme interiormente y conecté con muchas escuelas filosóficas y algunas religiosas en las que encontré respuestas a muchas interrogantes que tenía y a la misma situación por la que estaba pasando. Así que creo que salí ganando. No hay duda de que perdí nueve años de mi vida. Si hubiera llegado a España con nueve años de antelación y luego aquí a EEUU, hubiera tenido quizás otras o muchas más oportunidades, pero pienso que el destino de cada uno es cómo es . Y lo importante es que llegué y cómo llegué”, reflexionó. 

Déjà Vu, de Mike Porcel, ya se puede escuchar en Spotify, Apple Music, Pandora y Deezer. También está a la venta en Amazon y en la página oficial del artista, mikeporcel.com.

Dèjá Vu - Mike Porcel 

por Rafael Zamora 

Junio, 29 2021

Nunca había sido hasta ahora tan eminente y comprometida su faceta de orfebre, de mago en acometer sonidos en armonía con un rico mundo donde hilvanar su cancionero, histórico pero aún poco conocido, dónde va pagando su deuda con la sociedad (quién es en realidad la deudora), con más presencia de esa, de ésta, la obra de Mike Porcel. Si bien es cierto que su juicio de autor le convidó y conminó a elegir muchas de sus canciones más presentes en la memoria colectiva de su generación para tomar parte Intacta y Personal de su presencia espiritual y por fin corpórea, también es cierto que sus creaciones que todavía permanecen en la sombra, resplandecen.  Y es que Mike no fue el producto de un momento ni de una mente enfebrecida que soltara chispas de punzante brillantez de marketing. Eso es lo que presenciamos en este momento afortunado de reencuentro, de Dèjá Vu con la obra de Mike Porcel. 

Dieciséis canciones que abren con un sorprendente Abril 13, tributo al mismo Mike Porcel, a su vida y obra al celebrar su onomástico. Sorprendente porque muchas de las vivencias del autor han incidido en su manera lúgubre de pensador, poeta y autor, afortunadamente sin prescindir de su belleza como estandarte, y contraponiendo a entregas como "La muerte viaja a nuestra izquierda" "Si me muero mañana", la nostalgia de "Si te vuelvo a encontrar", la dolorosa "Y tú, al otro lado del mar", o la misma hermosa "Ella es agua que fluye",es capaz de darnos este merecido homenaje y celebración. 

Las mejores canciones, podrían ser casi todas, el barroquismo y gracia clásica de la melodía de Anabel en..., el interludio para pasar de La muerte viaja... a Si me muero mañana, el quehacer y vuelo melódico de Madre, mis grandes favoritas Romanza del vanidoso, y Sobre el camino (una de las para mí completamente inéditas), el encantador júbilo de Reto de la libertad (otra de las para mí inéditas), otra favorita "Y tú, al otro lado del mar", la nostálgica "Y cómo pude serte infiel con la mirada". Tampoco se quedan atrás la interesante e inédita (al menos para mí) "Vencidos y vencedores", o el tributo al buen Miguel (primo del Don Carlos de Mike, ambos probablemente inspirados en el Tío Alberto de Serrat). 

Pero posiblemente el logro más resultante de esta nueva obra de Mike radica en el papel conductor que logra su orquestación. Si bien se reconoció en su momento la labor inconmensurable de personajes como Ricardo Miralles en la obra temprana de Serrat en castellano (la mejor para mí), de Robert Kirby en parte de la obra de Nick Drake, Keith Christmas y otros intérpretes interesantes, de George Martin con los Beatles, de Andrew Powell con Al Stewart y Donovan, Mike nos entrega un puñado de canciones profundas de poesía rica, existencial, onírica, nostálgica acompañada de generalmente melodías hermosas que se nos presentan con su entrega total como intérprete, y que se hacen acompañar de una excelsa orquestación muy a mano de un brillante barroquismo. Sin embargo, cada pasaje, cada puente instrumental cobra su propia independencia y nos lleva de la mano a otros confines de la obra de este artista complejo y completo que es Mike Porcel. No queda entonces sino invitarlos a que emprendamos este viaje y nos sumerjamos en los confines de el arte noble y honesto que el artista ha plasmado en este su Déjà Vu, y que nos lo entrega con fervor y gratitud cuando hace suyas las hermosas palabras del hombre admirable, soñador. Poeta y santo que fuera San Francisco de Asís, para su cierre.

‘Déjà vu’, el nuevo álbum de Mike Porcel que estrena en este verano 2021

POR WILLIAM NAVARRETE ESPECIAL/EL NUEVO HERALD

ACTUALIZADO 05 DE AGOSTO DE 2021 11:01 AM 

Se titula Déjà vu, y es el nuevo álbum que estrena en este verano 2021 el cantautor Mike Porcel (La Habana, 1950) exiliado en Miami. A pesar de que ese título en francés significaría que son trabajos ya escuchados, las canciones, todas de su autoría, resultan novedosas, y tanto las orquestaciones como la producción del disco corrieron por su propia cuenta. Por decirlo de alguna manera, Porcel se ha convertido en un artista completamente independiente, y aclara que lo hace para poder crear con plena libertad, sin las presiones de quienes pagan y exigen, a cambio, un tipo de producto. Sin contar, la mediocridad que se agazapa detrás de la comercialización de muchos sellos discográficos. Hace apenas un año Mike Porcel saltó a la palestra tras la salida en Cuba (no oficialmente) del documental Sueños al pairo que realizaron los jóvenes José Luis Aparicio y Fernando Fraguela en la Isla. El documental asombró a todos, incluso al propio Porcel, porque desde mucho antes de su salida definitiva de Cuba (durante nueve años, entre 1980 y 1989, el gobierno cubano le negó la salida del país y la posibilidad de trabajar) el nombre de quien fuera uno de los músicos claves de la generación de finales de 1960 y la década de 1970 permanecía censurado. En este nuevo disco lo ha alentado la idea de las experiencias que todos hemos tenido al “despertar el recuerdo de algún lugar en el que ya hemos estado o una situación ya vivida, un término que se aplica en psicología o parapsicología”, afirma. De modo que, para él, casi todos temas de este proyecto “despertaban en mí una especie de ‘déjà vu’, y me pareció entonces atractivo como título”. 

Me llama la atención que el último tema se titula “San Francisco”. Indago las razones. “Es un ‘bonus track’, un homenaje que hago a los hermanos y sacerdotes franciscanos de la iglesia de San Antonio de Padua, sita en Quinta Avenida y calle 60, del reparto de Miramar, en La Habana, a quienes agradezco infinitamente la solidaridad que manifestaron conmigo cuando me dieron la oportunidad de sobrevivir como organista de esa iglesia al perder mi trabajo, es decir, cuando se me prohibió trabajar durante nueve años en Cuba”, confiesa. “No se trata de una devoción por este santo en particular, sino de la ocasión para musicalizar ese hermoso poema que se le atribuye al santo y que se cantaba con frecuencia durante las misas”. 

Entre las canciones grabadas están “Vencidos y vencedores”, “Reto de la libertad” o “Si me muero mañana”, en las que como oyente relacioné directamente con situaciones relativas a Cuba o al exilio. Para Mike Porcel hay un poco de todo y prefiere dejar que cada cual dé rienda suelta a su imaginación, a partir de sus propias interpretaciones. A él, personalmente, no le interesa explicar sus creaciones, ni dejar acuñada qué las motivaron. En su conjunto el trabajo revela sosiego y madurez. Hay temas románticos como “Anabel en luna nueva” y “Ella es agua que fluye”, pero también el de la muerte, como “La muerte viaja a nuestra izquierda”, casi desde una perspectiva filosófica de lo ineluctable. Incluso se dedica a sí mismo una especie de testamento autobiográfico: “Abril 13”, que evoca su fecha de nacimiento. Son canciones que tenía dentro y llegó el momento de sacarlas y compartirlas con el público. 

Otras canciones habían sido grabadas por cantantes, pero nunca por él. Es el caso de “Diálogo con un ave”, que grabó la cubana Beatriz Márquez o de “Ay del amor”, por Ivette Cepeda, y que nunca habían sido grabadas en la voz de su propio autor. Mike Porcel consideró que era hora de hacer que se escucharan en el tono en que las imaginó. En su conjunto son canciones de periodos difíciles de su vida, que hablan de soledad, de desarraigo, de ese “exilio interno” que padeció. Dormían en algún rincón hasta que emergieron otra vez. Para este disco se convirtió en algo así como “el hombre orquesta”, pues grabó los pianos, las guitarras y la voz, y luego hizo las primeras mezclas antes de enviarlas a Ricardo Eddy Martínez para que hiciera las definitivas y que Bruce Weeden lo masterizara. La portada del disco es de Roberto Carril Bustamante, un artista cubano residente en España. 

Las dieciséis canciones del disco están lejos de ser algo “ya visto”. Son, por así decirlo, uno de los trabajos musicales más hermosos del año y una oportunidad de escuchar nuevamente a un gran cantautor en sus más lúcidos y sinceros momentos. El disco puede adquirirse en las plataformas Apple Music, Amazon, Deezer y Spotify, además de en la página web de Mike Porcel: https://mikeporcel.com/cds 

William Navarrete es escritor cubano residente en París. Esta historia fue publicada originalmente el 3 de agosto de 2021 0:00 am.

Mike Porcel, mas druida que nunca

por Zoe Valdes

 

La mayoría de ustedes conocerá la obra de Mike Porcel, uno de los más grandes trovadores, poetas, y músicos que ha dado Cuba. Poco a poco Mike ha ido grabando una obra esmeradamente cuidada y asentada, supongo que la finalidad sea darnos un enorme placer a quienes los seguimos desde hace décadas, y por supuesto, darse placer a él mismo. En lo que respecta a sus seguidores el reto se cumple una vez más. En lo que a él respecta sé cuán exigente es consigo mismo, y de ahí que nos asombre cada vez. 

En este disco titulado Déjà vu Mike Porcel regresa más teológico, filosófico, guardián del saber y de la sabiduría, un guerrero que mata con amor, y con amor nos reaviva, con un amor sencillo, transparente, como son los grandes amores; Mike Porcel regresa más druida que nunca, más excepcionalmente bueno que lo posible imaginado. 

Una canción acerca de su nacimiento, otra acerca de la muerte que es puro apego a la eternidad poética, que es la suya…

No pueden dejar de disfrutar de este disco, pleno de vida y de verdades, de guiños al pensamiento claro, de rejuegos melódicos provenientes de otras culturas que convergen siempre en la melodía única de la belleza. «Y el rumbo lo decida cada beso…», un fraseado, un verso tras otro nos prepara para esa sensación única satisfactoria de redescubrir una vez más a alguien tan cercano y querido, Mike Porcel, el poeta, el amigo martiano. 

El disco además lleva el diseño y la obra de otro grande de las artes y la pintura, Roberto Carril Bustamante, quien magistralmente supo introducirse en el mundo extraordinario de Mike Porcel y seguir habitando su íntima y propia grandeza. 

Sólo me queda invitarles a que escuchen fragmentos del disco aquí, que lo compren, porque comprándolo estarán adquiriendo un bien perpetuo. 

Zoé Valdés es escritora y artista. Fundadora y directora de ZoePost, Libertad de Prensa Foundation, y el MRLM (movimientomartiano.com)

 

 

El eterno ʻDéjà Vu’. Mike Porcel conversa sobre su nuevo disco 

El cantautor nos da detalles de su nueva producción discográfica que pronto estará a la venta en diferentes plataformas. 

Por JOSÉ LUIS APARICIO - 

11 junio, 2021 

A través de Telegram, con audífonos, en una tarde calurosa de mediados de año, he escuchado Déjà Vu, el nuevo disco de Mike Porcel, como si se tratara de un ritual secreto. Autoproducido por el propio artista e inédito aún (pero no por mucho tiempo), su intensa concertación de lo “ya visto” no se deja confundir, a pesar de los peligros, con lo “ya escuchado”, lo “ya oído”. Se abre ante nosotros (fragmentos de pasado) con el regusto familiar de un recuerdo nuevo. Mike, quien domina el acto de retornar con una mezcla de costumbre y misterio, sabe hacer de la experiencia un estado anacrónico, perdurable. Una estancia fuera del tiempo. 

Osado, lúcido, regresado de todo, pero aún conmovido por la belleza, Mike transita los senderos que van de la canción de amor (“Anabel… en luna nueva”, “Ella es agua que fluye”) a la tonada filosófica (“La muerte siempre a nuestra izquierda”, “El reto de la libertad”), de la autobiografía (“Abril 13”) al retrato del otro (“Tonada del buen Miguel”), de la serenidad ante el encuentro futuro (“Si te vuelvo a encontrar”) a su postergado desgarramiento (“Tú, al otro lado del mar”). La última frase que escuchamos no deja dudas en cuanto al saldo de estos vaivenes: “Señor, haz de mí un instrumento de paz”. 

En los instantes finales de su proceso creativo, Mike accedió a responder algunas preguntas sobre Déjà Vu y las circunstancias de su gestación. 

José Luis Aparicio 

 

Después de Intactvs, Personal y Echoes, ¿cómo surge Déjà Vu? ¿Qué lo define en relación con tus álbumes anteriores? ¿Por qué ese título? 

Déjà Vu surge de esa especie de necesidad interior que tenemos los artistas o los músicos, o de esa urgencia, en mi caso, de desempolvar esa parte de mi obra, esas canciones que han estado guardadas por años y nunca había podido mostrar. Porque, como bien dice Mario Andrade en su poema “Golosinas”: “tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora”. Con excepción de la “Tonada del buen Miguel”, las otras canciones que conforman el proyecto son prácticamente inéditas. 

Habían sido publicadas en el libro Tonadas y versos (editado por Carlos Espinosa Domínguez) como si fueran poemas, y eso vino a salvarlas de alguna manera. Aunque yo nunca las consideré poemas como tal. Cada una de ellas tenía su música. Esta selección inédita (nunca antes las había cantado en público) pertenece, casi en su totalidad, a un tiempo difícil de mi vida y recoge esas experiencias. Así decidí que había llegado su tiempo de volar y quise sacarlas de su confinamiento. Y, sorpresivamente, aquí están tan frescas como el día que nacieron. 

En Intactvs y Personal fui sacando a la luz, fundamentalmente, canciones que debí haber grabado años atrás, cuando nacieron. Las circunstancias de esos momentos no lo permitieron. Era como algo obligado que grabara “Diario”, “Ay del amor”, “Paloma sin nombre”, “Diálogo con un ave”, unque hay versiones excelentes de todas ellas, grabadas por otros colegas cantantes, ¿cómo irme de este mundo sin dejarlas grabadas por mí? Siempre estaré agradecido a todos los que las incluyeron en su repertorio. Fueron canciones underground, como su autor, que viajaban de boca en boca, y el hecho de que alguien las hiciera suyas es algo para no olvidar y siempre agradecer. 

¿Por qué titulé a este proyecto Déjà Vu? Siempre he tratado de buscar un título corto, sugerente, para mis discos. Un título que, al menos para mí, abarcara la propuesta general del proyecto. Por ejemplo, en Intactvs, utilicé esa canción con la que cierro el álbum. Fue el proyecto con el que rompí el hielo, el silencio de años de ostracismo, ¿y qué mejor título que ese para dejarle saber al oyente que Mike Porcel, el fantasma, el desaparecido, aún estaba vivo y, además, Intactvs? 

Con Personal pasó algo similar: es un proyecto donde muestro canciones sobre mi familia, mi abuela, mi niñez…Y el título era perfecto. Lo mismo con Ecos, aunque el subtítulo ya es más largo: Suite cubana para orquesta y banda rock. Pues así sucedió también con este. Como sabes, déjà vu es esa experiencia intuitiva que muchos hemos experimentado alguna vez. La expresión viene del francés y significa “ya visto”. 

Es esa sensación que despierta el recuerdo de un lugar en el que ya hemos estado, una persona que ya hemos visto o un acto que ya hemos realizado. Pues al seleccionar estas canciones, al trabajar los arreglos y grabar la voz, esta sensación fue una constante. Tuve en mente otros títulos: Abril 13, Barquero del sol (que me lo sugirió Roberto Carril Bustamante, quien hizo el diseño del disco), Aries 04.13, pero ninguno me satisfizo. Ninguno, a mi juicio, abarcaba el pulso secreto, invisible, que traía el proyecto y la selección de esas canciones. 

Creo que es buen título. Pienso que es suficientemente sugestivo como para desatar la imaginación del oyente también. Si así ocurriera, me sentiría satisfecho. 

Cuéntame sobre el proceso creativo del disco… ¿Cuándo empiezas a gestarlo, a grabarlo? ¿Qué colaboradores te acompañaron en este proyecto? 

El proceso creativo, de concepción del proyecto, comenzó hace más de un año. Me tomo mi tiempo para seleccionar las canciones que integrarán cada álbum. Esa es la primera parte. Esta selección es importante, porque es la que dará una especie de hilo conductor a la propuesta artística. 

A la vez, voy pensando en el arreglo que llevará cada canción. Esta es la parte más delicada. Las canciones ya existen. Nacieron para la guitarra o en la guitarra, porque algunas desde que surgieron ya sentí que trascendían el instrumento y necesitaban ser vestidas, orquestadas. 

Empecé a grabar los tracks a principios de este año. Toda esta primera parte del viaje la realicé en solitario. No fue hasta que terminé de grabar las guitarras, pianos y voces, cuando hice una premezcla, un rough mix, para tener una referencia de cómo sonaría cada tema, y entonces se la envié a Ricardo Eddy Martínez, quien asumió, una vez más, las mezclas definitivas. 

Producción, composiciones y orquestaciones son mías. El proyecto fue masterizado por Bruce Weeden. El diseño estuvo a cargo del artista cubano, residente en España, Roberto Carril Bustamante. 

Me dices que la mayoría de las canciones pertenecen a un período difícil de tu vida. ¿Te refieres a que fueron compuestas durante los nueve años de insilio forzoso, entre 1980 y 1989, cuando tenías prohibido salir de Cuba? ¿Cómo era la experiencia de componer en circunstancias tan adversas? ¿Qué se siente revisitar canciones marcadas por experiencias así de traumáticas? 

La mayoría de ellas, sí. Otras, durante mi estancia en España, que de alguna manera fue una extensión de aquel primer período. Claro, un poco más suave. Me refiero precisamente a que fueron compuestas, concebidas, en aquellos años de exilio interno. Son mis reflexiones en soledad convertidas en canciones sobre la vida: el valor de los afectos, la belleza de la amistad, la comprensión y aceptación de la muerte… 

La soledad es paridora de cosas y, en esas condiciones y circunstancias, componer es un alivio, una catarsis necesaria. Podían prohibirme y quitarme mi derecho a salir de Cuba, pero no a pensar, a interiorizar, a volcarme hacia mi interior, a seguir haciendo música, canciones. En el álbum se siente una experiencia déjà vu, un “esto ya lo he vivido antes”. 

Increíble. ¿Te das cuenta de que siempre terminamos hablando de lo mismo? 

Me agrada la variedad temática que despliegan las composiciones, que van de la canción amorosa (quizás tu sello más característico), a la filosófica, la de índole social y hasta la de cariz religioso, como la “Oración de San Francisco”. ¿Cómo estructuraste una selección tan ecléctica? 

La “Oración de San Francisco” fue de las últimas selecciones. Pertenece a aquella época en que encontré apoyo, trabajo y refugio espiritual con los sacerdotes y hermanos franciscanos de la Iglesia de 5ta Avenida y calle 60, en La Habana. Me pareció que debía estar en el disco como un bonus, un además. 

El proyecto termina realmente con “Vencidos y vencedores”, una canción que recrea libremente las andanzas del Quijote y de su fiel amigo Sancho Panza. Ante su señor moribundo, Sancho evoca el devenir de la rueda de la vida cuando le dice sabiamente: “No se muera vuestra merced, señor mío […] el que es vencido hoy será vencedor mañana”. 

Sí que es una selección ecléctica, como dices, pero incluso las canciones de amor están interconectadas con las más filosóficas, y eso lo fui descubriendo a medida que me metía dentro del proyecto. 

Muchos de estos temas, si bien no grabados de manera oficial, los había escuchado en tu programa “Después de tanta vida…” (1990, Radio Martí). ¿Qué recuerdas de ese proyecto? ¿Cómo describes la experiencia? 

La experiencia de aquella serie de programas, que grabé para Radio Martí estando en España, fue importante para mi autoestima, que venía un tanto estrujada por los nueve años en cautiverio. Fue gracias a mi querida amiga Norma Rojas, la esposa de Marcos Miranda, que trabajaba desde España para Radio Martí, grabando una diversidad de programas en su estudio de aquella buhardilla madrileña. Ella me propuso grabar una serie de programas con mis canciones. Fue una especie de renacer, además de mi primer sueldo importante en libertad. 

¿Cuándo será el lanzamiento oficial del disco? ¿En qué plataformas? ¿Tienes planeada alguna serie de conciertos para su promoción? 

El disco debe estar listo, Dios mediante, para la segunda o tercera semana de junio. Una vez que reciba los discos físicos empezaré a anunciarlo en mi propio sitio web, donde también estarán a la venta, tanto los CDs físicos como la posibilidad de hacer el download digital. Estará también a la venta en Amazon, Apple Music, Spotify y otras plataformas. No tengo pensado hacer conciertos ahora mismo, pero seguramente irán surgiendo las posibilidades. 

¿Cómo ha sido el diálogo más reciente con el público interesado en tu música? Sobre todo, luego de la exposición mediática que trajo Sueños al pairo. 

La aparición del documental Sueños al pairo, tuyo y de Fernando Fraguela, fue como un detonador, un despertar para muchos que pensaban que Mike Porcel, o se había retirado, o se había marchado de este mundo. Mostró una historia que aún seguía silenciada y que trataban, aún tratan, de seguir silenciando. Para una gran mayoría de personas fue el descubrimiento de una gran injusticia que se mantenía oculta tras años de distorsión de la verdad. 

Se han escritos decenas de artículos, comentarios, ensayos acerca del documental y la historia que cuenta, y el público que no sabía de mi existencia (en parte por los años de silencio y ostracismo, y también porque no hay muchos sitios que divulguen trabajos similares a los míos) empezó a indagar, a preguntar y a preguntarse: ¿quién es este “personaje fantasma” que resurge de pronto? 

Desafortunadamente, todo coincidió con la locura de la pandemia y quedó como suspenso en el aire. 

¿Cuáles son las ventajas de encargarte personalmente de la producción y distribución de tus discos? ¿Cómo se comporta el panorama de la canción de autor en los Estados Unidos, teniendo en cuenta las variables comerciales? 

Como todo, tiene sus ventajas y sus desventajas. El hecho de que toda la primera parte de la concepción y creación de un proyecto recaiga sobre mí es una gran responsabilidad que no he tenido más remedio que asumir. No podía seguir esperando por una casa discográfica que se interesara en publicar mi trabajo. 

La música popular a nivel mundial está en crisis. Bueno, el mundo en general está en crisis, en un intenso proceso de cambio. A finales de los años sesenta y en los setenta, la música popular pareció que iba a levantar vuelo con aquellos excelentes experimentos del rock progresivo y las canciones con textos bellos e inteligentes. Parecía que las viejas barreras entre la música popular y la llamada música “clásica” o de concierto iban a caer, a desaparecer de una vez y por todas. 

Pero no fue así. La mediocridad, el mal gusto, la grosería, el facilismo han triunfado una vez más, desenfrenadamente. Créeme que me hubiera gustado tener un equipo para hacer todo este trabajo de producción desde el comienzo. Seguramente los proyectos no hubieran tenido esas “fallas” u olvidos que, una vez terminados, empiezo a descubrir. Pero es así, este es el mundo en el que nos ha tocado vivir. 

Como te decía, cada vez hay menos espacios para mostrar trabajos, proyectos artísticos, aquí en los Estados Unidos, en Europa, dondequiera. Si fue difícil que una casa discográfica apoyara mi trabajo en los noventa, hoy es sencillamente imposible que esto ocurra. Los espacios para proyectos artísticos están controlados por la izquierda, que astutamente se ha ido apropiando del patrimonio y el control de la cultura y la educación. No se valora la calidad, sino la afiliación política. 

Es exactamente como en Cuba, la misma táctica. Controla la cultura, la educación, y controlarás las mentes. Sólo que, en este lado del mar, aún hay espacios; cada vez menos, pero afortunadamente existen. Igual sucede con los festivales de cine, tú lo debes saber bien: el control partidista es absoluto. Por suerte hay festivales independientes, como los que han exhibido al público Sueños al pairo, que les han permitido escapar de la censura. 

Mi obra, como te imaginarás, no entra en las consideraciones y planes de estos grupos. Esa es una realidad, triste pero cierta. Sólo queda disponible y sigue abierta a las nuevas propuestas la “inmensa minoría” de siempre. 

Para cerrar, ¿cómo evalúas la salud, el futuro, de la música y la canción cubanas de hoy? 

No sé si realmente existe una “canción cubana”. Creo que hay obras muy buenas de autores, compositores, pero no sé si podemos hablar de un movimiento. Creo que la Nueva Trova, y es una opinión muy personal, con su servilismo político, le ha hecho mucho daño a la música popular cubana. 

Creo que cuando se haga el estudio musicológico de todo este período, con total libertad y objetividad, sin caer en las trampas de los eslóganes del sistema sobre las “raíces” y demás falacias ideológicas, se pondrá cada cosa en su justo lugar. 

Siempre rechacé esos esquemas estéticos. De hecho, si los tomamos en cuenta, mi obra carece de esa “raíz”, de ese falso sentido de pertenencia a un origen. Va más allá de lo obvio que define al estereotipo de lo que es la “música cubana”. 

Yo no me siento desarraigado ni ando buscando y sopesando, para crear, cuán cerca o lejos estoy de lo que, según esos sabihondos, es ser un buen cubano. Yo sé lo que soy y eso me basta.

Recuerdo muy bien ese dia... 

 Beatriz Valdés 

Llegué temprano al teatro buscando a mi madre y la encontré molesta, agitada, impaciente. El ambiente estaba denso y los actores y técnicos que solían recibirme con cariño escandaloso, a penas me miraban. Nunca me había sentido extraña en el espacio que era como mi casa desde los 8 años cuando entré en el Taller Infantil de Teatro Estudio. En esos tiempos, estando yo por los 15 o 16 años, mi madre era la jefa del taller de costura del teatro, donde siempre reinaba la alegría y donde todos la querían…pero ese día la encontré, gordita y bajita como era, encimada a la enorme mesa de corte, tasajeando aquella tela como si quisiera cortar de raíz la razón que la indignaba. 

Extrañada, me escabullí al buró de Olguita, aquella súper abuela que dominaba cada rincón del teatro y me dijo en un susurro: 

__Ay mijita...esto está malo...muy malo. 

De pronto, Raquel salió de su oficina con aquel porte imponente que paralizaba a todos y pasó delante del taller de costura, pero al ver a mi madre adentro, regresó a asomarse a la puerta: 

__ ¿Tú no vas a la actividad María? 

__No Raquel, yo no voy. No cuenten conmigo para eso. Esa actividad no me gusta... 

PAUSA… 

__…Está bien...no vayas...no pasa nada. 

__Sí pasa Raquel, sí pasa. No está bien gritarle a la gente en la puerta de su casa. ¿Y a Mike, Raquel…? Eso es un abuso. ÉL no merece eso. Ni él ni nadie. 

__Lo sé María…mejor te quedas, igual la actividad es voluntaria. 

__Bueno...en este país, voluntario es lo mismo que obligatorio. 

Un silencio hondo quedó flotando en aquel lugar y supe entonces que ya no vería más a Mike...mi maestro. 

Yo tenía 8 años y él nos daba las primeras clases de guitarra de nuestras vidas y recuerdo nítidamente su sonrisa de ángel, mientras colocaba mis deditos asustados sobre las cuerdas, en aquel balcón enorme de La Casa de Línea donde nos reuníamos cada sábado. Nuestra maestra Leopoldina Núñez, maestra también de muchos músicos cubanos, lo amaba como un hijo, y a su vera, crecimos con Mike y sus canciones. 

“Ay del Amor” es la canción que más he cantado en mi vida. “Diario” ha sido el monólogo que mejor he defendido como actriz. “Pido” ha sido el himno que me ha permitido imaginar el mundo que merecemos y sigo creyendo que aquella frase: “El amor es tormento de uno, es la dicha de dos y es el odio entre tres…”  es el mensaje más tremendo que un pájaro pudo haberle compartido a un caminante... 

Dejé de ver a Mike por aquellos tiempos y viví con su música durante todos los días de mi vida. Me fui a conocer el mundo y allá fueron conmigo su música y mi guitarra. Celebré mis 40 años sobre el escenario, le regalé a Venezuela la música que hay en mí y ahí estaban las canciones de Mike tatuadas en mi historia. Y si alguna vez alguien me amó, fue también por escuchar mi voz repleta de los versos de Mike. 

Todos estos años después, lo he vuelto a ver en cada obra de teatro que él ha musicado de este lado del charco, pero jamás me he atrevido a hablarle. De lejos y a salvo de rubores, encontré el mismo ser angelical de mis tiempos de niña confirmando la razón de mi madre al llorar por él. 

Mike Porcel aparece hoy en la curiosidad cubana como un ejemplo más de una práctica vergonzosa e inhumana que sufrieron muchos como él, pero eso de reconocer el error sigue sin ser conveniente y es mejor hacer borrón y cuenta nueva con la habitual y deshonrosa censura. 

Qué pena que nos cueste tanto crecer y avanzar. 

¿Cuándo llegará el día en que “voluntario” no sea sinónimo de “obligatorio”? 

Marzo/25/2020

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